Como hemos visto, en algunas ocasiones los edificios podrían quedarse como cascarones o como un montón de material apilado si no se le da un buen uso a éstos. Uno de los hermosos edificios que conforman Ciudad Universitaria es la inconfundible Biblioteca Central.
Este edificio se construyó en un suelo poco sencillo de abordar como lo es el volcánico. En total, tiene 16 mil metros cuadrados, por lo que se tuvo que elevar al menos tres metros del suelo, de otra manera, habría sido imposible o muy complicado poner las bases que usualmente se utilizaban en aquel entonces.
Pero el ingenio se manifestó desde el momento en el que se decidió dejar esos tres metros entre el suelo y la base de la biblioteca, porque en este mismo desplante se tallaron de forma muy cuidadosa algunas ornamentaciones en honor a Tláloc, el dios de la lluvia.
Pero nos estamos quedando sólo en el inicio de la biblioteca en la bienvenida, por decirlo de alguna manera. En los diez pisos que conforman las aulas en las que se guardan miles de ejemplares, no hay ventanas. Llaman a la “técnica” hacer muros ciegos.
Probablemente si se tuviese vista al exterior tendríamos un paisaje hermoso en cualquiera de las cuatro direcciones cardinales. Pero de haber sido así, no tendríamos los cuatro murales que distinguen al edificio. El artista a cargo de dichas obras fue juan O’ Gorman, quien era un conocedor dedicado de la historia y la cosmovisión de México. Con lo que luego de ser elegido por Carlos Lazo, responsable de la construcción de CU, entendió también la responsabilidad que cargaba a cuestas.
Podría pasar días enteros viendo la fachada y otros tantos más recorriendo el interior, ya no digamos echando un ojo a alguno de los ejemplares sobre arquitectura que resguarda.
Abraham Cababie Daniel.