Hace un par de días. Me
tocó ir al Palacio de La Moneda en Santiago, Chile y no pude más que quedar
fascinado por la belleza del edificio similar a nuestro Palacio Nacional. Y, de
hecho, su historia no está tan alejada de la nuestra, según me hicieron saber.
Éste también fue construido en la época de la colonia, pero con el propósito de
albergar el sitio donde se acuñarían las monedas chilenas.
Así que en 1785 se dio luz
verde al proyecto con la ayuda financiera de Francisco García de Huidobro y
para el diseño, el elegido fue el arquitecto italiano Joaquín Toesca, pero no
fue sino hasta un año más tarde que pudieron empezar en forma su construcción
pues tuvieron que esperar por la llegada de los materiales.
Y vaya si valió la pena la
espera, pues se utilizó madera de roble y ciprés del bosque valdiviano; arena
del río Maipo, piedra de la cantera del Cerro San Cristóbal, cal de la hacienda
Polpaico. Además, se hornearon decenas de ladrillos para usar en pisos y
paredes; y para la cerrajería tuvieron que esperar un poco más pues venía desde
la Vizcaya, en España.
Pero viéndolo a detalle,
valió cada momento. Más aún si se toma en cuenta que se tardaron 26 años en
concluirlo. Este dato es un poco más impactante cuando a uno le dicen que
Toesca no pudo ver terminada su gran obra pues falleció en 1799.
Desde 1845 pasó a ser el
lugar de residencia para el presidente en turno y no se dejaron de acuñar
monedas aquí sino hasta 1930. Y, como todos en Chile, este edificio sufrió de
la época de Augusto Pinochet, pues en las diferentes disputas que hubo más de
un golpe lo recibió el Palacio de La Moneda.
Pero pudo resistir tanto
como pudo pues sus muros habían sido levantados con un metro de ancho para que
pudiera resistir los terremotos que padece constantemente el país.
Hoy luce blanquísimo, como
esperanzador.
