En lo personal los rascacielos
siempre me han parecido construcciones fascinantes, gigantes metalizados que
roban miradas cuando se posan los ojos en los cielos. Materiales diversos que
crean colosos que pasan a formar parte de la riqueza urbana de muchas naciones
y que se vuelven piezas únicas de modernismo pero, sobre todo, de identidad.
Por eso en esta ocasión hablaré de
la torre Taipei 101, una de las joyas arquitectónicas de Taiwán que tardó más
de cinco años en edificarse.
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Inició su construcción en 1999 por
iniciativa de la firma de arquitectos C.Y. Lee & Partners, la cual
requirió, según datos de medios locales, 1.4 mil millones de euros para su
levantamiento, el cual ha estado acompañado de varios logros, el más
importante, haber obtenido la LEED-EBOM Platinum (Leadership in Energy and
Environmental Design- Existing Buildings: Operations &
Maintenance por sus siglas en inglés, con traducción al español como Liderazgo
en Energía y Diseño Ambiental de Edificios Existentes: Operaciones y
Mantenimiento) otorgada por el U.S. Green Building Council (USGBC por sus
siglas en inglés, con traducción al español como Consejo de la Construcción
Ecológica de Estados Unidos) y un récord Guinness al contar con los elevadores
más rápidos del planeta, los cuales, según la BBC de Londres, transportan a los
pasajeros del piso 5 al 89 en tan sólo 37 segundos, a una velocidad de 60
kilómetros por hora.
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Inicialmente la torre estaba
prevista para tener una altura de 488 metros con 88 pisos, pero como en ese
entonces ningún edificio poseía más de 500 metros, según confiesa el ingeniero
a cargo, decidieron dejarla con un total de 101 pisos —más 5 niveles por debajo
del subsuelo— para culminar con una altura de 508 metros por lo que es uno de
los asentamientos más altos del mundo. Cabe decir que su fachada, compuesta por
un doble acristalamiento de color turquesa y paneles de aluminio, asemeja a los
cubos de arroz que se comercializan en la ciudad, pero también guarda cierto
parecido con el bambú que asciende al cielo como símbolo del progreso y de la
fortaleza de la cultura china. También es importante mencionar que el inmueble
está dividido en 8 segmentos de 8 pisos cada uno de manera que rinden tributo
al número chino de la suerte.
Por su enorme altura, y al estar
emplazado en una zona con presencia sísmica de gran intensidad, el edificio
cuenta con uno de los sistemas de amortiguadores más seguros del orbe
resistente a terremotos de alto impacto y también con un amortiguador fino
eólico con poderosas planchas metálicas de 660 toneladas para soportar los
embates de las fuertes ráfagas de viento, instaladas en el piso 89, y ambos
sistemas vuelven a la torre capaz de resistir, según sus creadores, un
terremoto de 7 grados Richter.
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En conclusión, si pudiera definir
este complejo con una sola palabra sería modernismo, un concepto que ha
estado inherente por siglos en esta cultura y que sigue reflejando que en Asia
existe un enorme potencial arquitectónico que seguirá asombrándonos por muchos
años más.
