Viena y la nueva imagen de sus barrios.

En la ciudad de Viena como en muchas capitales europeas, encontramos la parte “cité” que muchas veces pierde el encanto de los centros turísticos y nos aleja de un deleite arquitectónico.  Tres arquitectos alicantinos han terminado un conjunto de viviendas sociales que quiere dejar atrás los bloques para convertirse en un barrio con identidad propia. Vicente Iborra, Iván Capdevila y Javier Yáñez han tardado 13 años en levantarlo.



Este proyecto empieza en 2003 los arquitectos Iborra, Capdevila y Yañez son los encargados de levantar en la periferia de Viena un conjunto de viviendas en un solar triangular. Estos proyectistas vieron ese resto sin potencial inmobiliario como su oportunidad para generar un nuevo tipo de vida en las afueras de la ciudad.



Viena está rodeada de campos de cultivo, y la planta de su nuevo vecindario alude a esa circunstancia. Los arquitectos españoles tomaron la idea del parcelamiento irregular de los cultivos y esa irregularidad terminó convirtiéndose en una estrategia para la flexibilidad y los cambios durante 13 años. El proyecto final, que se comenzó a construir en 2013, aumentó la densidad y la altura de las viviendas para marcar una referencia de barrio y para extender la ciudad convirtiéndola en espacio público, abierto. Por eso ahora, uno puede atravesarlo para llegar hasta la parada del metro.



La parte baja del complejo es cívica: comercial y de contacto social. La parte media “importa viviendas mediterráneas con patio para quienes prefieren vivir con los pies tocando el suelo y con un pedazo de cielo recortado en el patio”, explican.
Las cuatro torres concentran las mejores vistas. Todo el barrio está unido por el tono amarillo que, sumado a las tradicionales fachadas enfoscadas de la ciudad, dota de identidad al distrito 23 de la capital austriaca.





Abraham Cababie Daniel.
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La galería de arte de la Universidad de Yale

La galería de arte de la Universidad de Yale se fundó en 1832 con una donación de 100 obras de arte del pintor estadounidense John Trumbull. Él mismo diseño una galería que después de servir como despacho para el decano fue demolida en 1901.

El edificio de ladrillo, hormigón y vidrio que hoy conocemos como el principal de esta edificación fue diseñado por Anne Tyng y Louis Kahn en 1953.

Con esta construcción los arquitectos exploraron y aplicaron nuevos conceptos como la simetría, así como el vínculo entre espacios y utilidad. Este edificio resalta del estilo neo-gótico predominante en las construcciones de esa universidad.



La intención de Tyng y Kahn en la planeación de esta galería fue la aplicación de la tecnología de la integración de estructura e instalaciones, por lo que a través de una estructura espacial tetraédrica se dejan ver las subestructuras de energía y ventilación que quedan integradas al diseño total del edificio.  Este diseño constituyó entonces un innovador sistema de ingeniería estructural.


Al exterior la galería se impone con su fachada de cristal que se opone, como ya se mencionó, a la arquitectura predominante en Yale. Cuando se inauguró el recinto contaba con amplios espacios abiertos para exposiciones de arte combinados con espacios de estudio.


La galería de arte de Yale alberga piezas de arte antiguo, medieval, renacentista, oriental, precolombino y africano, así como material arqueológico, así como obras de los grandes maestros europeos y americanos.  


Abraham Cababie Daniel.
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El tiempo sobre la torre

Hace algunos días, hablábamos del Palacio de Buckingham el cual juega el papel de insignia  arquitectónica de Londres. Sin embargo, sería injusto dejar de lado a nuestro protagonista del día de hoy: el Big Ben. Pero este es el nombre que recibe sólo la parte correspondiente a la campana del reloj, el nombre completo de este sitio es el de Torre Isabel, en honor a la reina Isabel II.


Hasta hoy, sigue ostentando el puesto número tres de la lista de torres de reloj más grandes del mundo. Este récord no ha sido sencillo de conservar pues su construcción data de hace más de 150 años. El gran arquitecto fue Charles Barry y, el representante de la empresa encargada de hacer  esta torre fue Augustus Pugin, quien ya había hecho trabajos previos en el Scarisbrick Hall.


Este reloj tiene un aura de desazón, pues su diseñador perdió por completo la razón y cuando Barry recogió los diseños, junto con ellos, encontró una nota que decía: “Nunca en mi vida había trabajado tan duro para el señor Barry, mañana entregaré los diseños para terminar su campanario y es magnífico”.


La Torre del Reloj conserva el estilo neogótico con el que estaba diseñado todo el Palacio de Westminster, que reemplazaba un edificio homólogo que había sido destruido a causa del fuego en 1834. En total mide 96 metros de altura: 61 correspondientes a la torre y el resto a la campana. Los materiales predominantes en ella son el ladrillo, aunque este no se ve por el revestimiento de piedra caliza del exterior.


Sin embargo, este lugar no está abierto a las visitas turísticas, sólo los residentes del Reino Unido pueden acceder a ella con un permiso que deben solicitar con antelación y dado que no tiene elevadores, sólo se llega a la cima subiendo los 334 escalones.
Y aunque ha padecido de algunos desperfectos a lo largo de su historia, tal parece que ha de trascender al tiempo mismo.




Abraham Cababie Daniel.
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Parque Güell: la cima de una carrera

Encallado en la parte más alta de Barcelona, uno puede ver con cierta facilidad el Parque Güell. Una de las obras naturalistas más bellas del mundo. No por nada la Unesco le declaró como Patrimonio de la Humanidad en 1984. La mente detrás de este impresionante proyecto fue Antonio Gaudí, quien hoy podría ostentar todavía el título como el mejor arquitecto en el ramo del modernismo.




Sin embargo, si esta obra está en pie es gracias a Eusibi Güell, quien fue el que dio la orden de su construcción y en su honor se nombró al parque. Pero Güell no habría elegido a Gaudí de no haber sido por la etapa de la vida de ambos en la que se encontraron, pues fue en esa época cuando el arquitecto estaba cimentando su creciente carrera en el naturalismo, lo que quedaría como su marca personal.


Este impresionante lugar parece como sacado de un videojuego de tintes épicos: una escalinata dividida en dos por una discreta fuente, que a su vez está rodeada por grandes plantas. En la parte superior, un templo a la naturaleza con siete filas de columnas que le sostienen, clama al Universo.


Pero el verdadero trabajo está en los detalles. Por ejemplo, en la parte superior de la entrada principal se pueden visualizar algunas gárgolas, menos góticas, pero el concepto ahí está. En la bóveda de la construcción hay más de una pieza artística, por buscarle un concepto, que están formadas por pequeñas piezas de cerámica en tonos vivos, mismos que contrastan con la blancura de la obra.



Uno de los mayores atractivos del Parque Güel se encuentra hasta arriba, donde el visitante puede subir y así echar un vistazo a la majestuosidad de la ciudad, y así constatar que las miradas van de regreso, pues este parque es un tanto difícil de ignorar.




Abraham Cababie Daniel.
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Jardín Botánico de Culiacán

Pocos espacios tienen esa perfecta simetría entre naturaleza y arquitectura, entre lo salvaje y lo sofisticado, como el Jardín Botánico de Culiacán en el estado de Sinaloa al norte del país.


Una de las características principales de este lugar es el crecimiento espontáneo de la naturaleza, al que Tatiana Bilbao y su equipo creativo se encargaron de combinar con una arquitectura funcional y estética.  Los espacios están planeados alrededor del árbol de Huanacaxtle, un árbol tropical que llega a crecer hasta los 35 metros de altura.


La forma de las ramas de este árbol delimitó el orden y dirección de los caminos que trazaron los espacios del Jardín, así como la disposición de los cuerpos de agua distribuidos en todo el lugar, los cuales están destinados a distintos fines como emanar calma, alimentar plantas acuáticas o alojar peces.


A pesar de que el Jardín Botánico fue creado hace 30 años por el ingeniero Carlos Murillo Depraect, este lugar se colocó actualmente como uno de los espacios clave del arte contemporáneo al alojar un proyecto dirigido por el curador mexicano Patrick Charpenel en el que participaron 35 artistas nacionales e internacionales quienes crearon piezas e instalaciones que dieron un giro creativo a los espacios de este jardín que sirve de refugio a más de mil especies botánicas, así como a obras de artistas como Dan Graham, Richard Long y Olafur Eliasson.




Abraham Cababie Daniel.
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Museo Guggenheim Solomon R.: un legado

Me resulta un poco complicado creer que una obra de la talla del Museo Guggenheim de Nueva York haya sido construida hace más de cincuenta años. Y es que con echar un breve vistazo desde la acera de enfrente pareciera que estamos por entrar a un lugar que abrió sus puertas hace escasas semanas.



Esta es la última gran obra del arquitecto Frank Lloyd Wright: desde se empezó el proceso de diseño, y hasta que fue inaugurado, pasaron dieciséis años; seis meses antes, Frank había fallecido.


Si he de señalar el por qué hago hincapié en el hecho de que este museo resalta y atrae miradas es porque en Manhattan todos los edificios tienden a ir hacia arriba, con líneas exclusivamente rectas. En cambio, este lugar semeja más una breve espiral, la cual crece en función de lo que en su interior aloja y de quienes le visitan.


Esta parte a la que me refiero está unida a otra más alta -la primera mide 28 metros de altura, mientras que de la segunda son al menos 50- que si bien sí tiene líneas rectas, estas tienen una discretísima fractura hacia adentro; es decir, forman un leve trapecio. Pero esta parte no se construyó sino hasta el año  2002, pues si bien había sido proyectada en los planos por el propio Wright, fue a firma de arquitectos Gwathmey Siegel & Associates Architects, la que la trajo a la vida.


Aunque la fachada el edificio principal ha requerido reparaciones y algunos retoques de color blanco, este museo parece atemporal, no envejece ni un día y, de nuevo, parece que no tiene más de un par de años en función.


Según veo, hicieron falta más de un dibujo inicial para dar con el diseño que a la postre se habría de materializar, pero una vez construido no fue otra cosa sino la pauta que habrían de seguir muchos de los museos  que después se construirían en la ciudad que nunca duerme.




Abraham Cababie Daniel.
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Geisel Library: la flor de cemento y vidrio

En México podemos ufanarnos de tener una de las bibliotecas más bellas del mundo; ya no hablemos de su acervo bibliográfico. Sin embargo, esto no debe de cegarnos ni por un momento de que existen otros edificios que bien vale la pena admirar.



Un ejemplo claro de ello es el Geisel Library de la Universidad de California, edificio que representa una verdadera hazaña arquitectónica del siglo pasado. Bien valió la pena el tiempo que tomó su apertura absoluta. Digo esto porque si bien su construcción tomó un par de años, de 1968 a 1970, en 1993 se hizo el trabajo de remodelación para que tomara la forma que hoy ostenta: como de una flor erguida al sol.


El diseño corrió a cargo de William Pereira y, si me permiten, creo que es una joya de la delicadeza que puede tener el concreto pues la estructura principal está sostenida por lo que parecieran ser piezas prefabricadas de concreto estilizado por los ángulos tan abiertos que tiene.


La parte de arriba es como una pirámide de cubos de cristal predispuestos de tal forma que dejen pasar tanta luz como sea posible para comodidad de los lectores y/o estudiantes.
Durante su primera época, tuvo el nombre de University Library Building, pero cuando se remodeló se le puso Geisel en honor al célebre Dr. Seuss, un escritor que aquí conocemos más por ser el autor de la historia del Grinch.



Este edificio bien podría ser uno de los estandartes del modernismo. Basta con echar un vistazo a las muchas fotos que hay del edificio para constatarlo. Pues si bien de noche parece dispuesto a absorber tanta luz como sea necesario, de noche toma el papel de la más brillante de las antorchas. Como una alegoría implícita de la luz del conocimiento.




Abraham Cababie Daniel.
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La ópera de Sídney: un emblema

Probablemente una de las siluetas que más fácil es de recordar en el mundo, sea la de la Ópera de Sídney, a muchos se les quedó grabada la particular forma de las cinco estructuras que destacan en la superficie mismas que podrían semejar la aleta de un tiburón. Quizá, algunos hayan memorizado la forma porque durante las Olimpiadas de Sídney 2000, éste era uno de lugares más recurrentes para transmitir.



Este diseño fue en su momento algo innovador, rompía normas de lo que debía ser un lugar para albergar otras formas de arte. Empecemos señalando el hecho de que casi pareciera flotar sobre la superficie del agua, esto se debe a que está suspendido sobre 580 pilares que están hundidos unos veinticinco metros en el mar.


La idea de llevar a cabo un proyecto de esta magnitud empezó a gestarse hacia la mitad del siglo pasado y fue el arquitecto de origen danés Jørn Utzon quien ganó el concurso del diseño. Pero tardó bastante tiempo en estar listo; la sola construcción de la plataforma donde quedaría asentado el edificio les tomó cuatro años, entre 1959 y 1963.


Después, en una segunda etapa, hicieron las bóvedas externas, es decir, las parábolas que coronan el edificio. Estas fueron fabricadas previamente e invirtieron cuatro años más en la tarea de tenerla lista. La última etapa, la que correspondía al interior no tomó menos tiempo; de hecho fue con la que más tardaron pues el propósito del proyecto siempre fue que se escuchara lo mejor posible cercano a la perfección, así que es comprensible que fuera preciso emplear 6 años más.

El tiempo resultó ser lo de menos, cuando se dieron cuenta de que el arquitecto había sobrepasado el presupuesto en 1,400% por lo que hubo una ruptura entre el gobierno y el arquitecto, lo que por fortuna pudieron solucionar y en el año 2007 fue declarado Patrimonio de la Humanidad.


Ahora que vayas a Australia, bien vale la pena que te detengas a admirar el gran esfuerzo que hay de por medio en este recinto.



Abraham Cababie Daniel.
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El hostal Micro Hutong en Pekín un mestizaje único

Una arquitectura que responde a las necesidades de una ciudad y una población que no deja crecer, el tiempo que no pasa y permite que la imaginación tome alas y pueda crecer, es lo que en Pekín, China, se crea y  se refuerza día a día en cada una de las nuevas creaciones arquitectónicas que encontramos en sus barrios, en esta ocasión en la firma ZAO/standardarchitecture quien pone delante de nosotros una de sus últimos trabajos, El “hostal Micro Hutong”



 En este pequeño pero bien pensado albergue nos encontramos con una superficie de 30 metros cuadrados en uno de los hutongs de Pekín, estos conocidos e históricos callejones de los barrios céntricos de la ciudad donde el paisaje que podemos observar son las casas bajas que  están organizadas en torno a patios cuadrados y los aseos suelen ser comunitarios como en el tiempo del reinado de la dinastía Yuan, Ming y Qing.


Un proyecto ambicioso por su incalculable pasado  explora el potencial de las viviendas sociales a pequeña escala dentro de la arquitectura tradicional de la capital.

Para acceder al hostal es necesario que los huéspedes atraviesen un espacio de acceso y transición que conduce a un patio central donde una serie de volúmenes extruidos de hormigón se abren con ventanales de suelo a techo.


La imagen de libertad que podemos percibir en las habitaciones con dos alturas que aparte de la luz eléctrica reciben también iluminación a través de claraboyas logrando esa complicidad de una realidad alterna. Además de mejorar la ventilación cruzada y el acceso de luz natural, el patio actúa como organizador del programa conectando los diferentes elementos.


Una firma china consolidada como ZAO nos deja encantados con este tipo de obras en un lugar donde el respeto, las tradiciones y la arquitectura moderna pueden convivir y adaptarse a los cambios y ritmo de vida de una ciudad culto.



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Désiré Feuerle, un bunker transformado en museo.

Visitar Alemania siempre tiene ese lado increíble por las sorpresas que uno se encuentra en sus ciudades, tanto a nivel arquitectónico y visual como de arte y movimientos culturales característicos de este gran país  que no deja de impactar y dar cosas al mundo.


 Es la capital teutona que en esta ocasión nos regala una sencilla y sincera experiencia de sobriedad y encanto, y  es con base en su diversidad, respeto e innovación que encontramos el museo Désiré Feuerle , una nueva obra del  británico John Pawson  conocido por sus trabajos alrededor del mundo que van desde el aeropuerto de Hong Kong,  edificios y tiendas en Estados Unidos, Canadá, España, etc.  Así como sus múltiples premios de construcción y diseño.

En este proyecto Pawson ha sido el encargado de convertir un antiguo búnker que era utilizado como cuartel telecomunicaciones de la II Guerra Mundial el cual encontramos situado en el céntrico barrio berlinés de Kreuzberg, en el museo privado que alberga la colección Désiré Feuerle.

La sobriedad que podemor ver de las instalaciones militares dialoga y crea una sinergia representativa, cautivadora y sobre todo de respeto  con las piezas antiguas del sudeste asiático y con obras de arte contemporáneo de diferentes autores como John Cage, Adam Fuss, Cristina Iglesias o Anish Kapoor.   


Como lo podemos apreciar en las imágenes, el  esqueleto desnudo del bunker se conserva prácticamente tal y como fue, exhibiendo sin ornamentos los gruesos muros y columnas de hormigón. El museo cuenta con una superficie total de 6.480 metros cuadrados y las galerías cuentan con una cuidada iluminación que resaltada la colección, sin duda una experiencia obligatoria a vivir si de visitar Berlín se trata.
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Abraham Cababie Daniel

"La alegría simple de tomar una idea en tus propias manos y darle la forma apropiada es emocionante”, es una de frase de George Nelson que me fascina, porque es exactamente lo que ocurre en mi labor como desarrollador.

La arquitectura va más allá de una simple disciplina que además de diseñar, proyecta y construye alguna edificación, es todo un arte de visualizar un espacio vital, y digo vital porque es realmente necesario construir para nosotros un presente, pero más importante, un futuro para los nuestros.

Los grandes edificios y departamentos se construyen y se habitan. Las grandes plazas y centros comerciales se planean, se levantan y se disfrutan. Las obras arquitectónicas se aprecian, se discuten, pero nada de lo que planeamos y construimos se olvida.


Abraham Cababie Daniel

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