Uno de los lugares a
visitar de forma obligatoria en la Ciudad de México es el Castillo de
Chapultepec. Un lugar como de cuento; un edificio que, primero se resguarda por
una enorme capa de hermoso bosques y, después, se rodea de una modernidad en
forma de edificios que reflejan la luz.
En cambio, el castillo es
luz en sí mismo. Éste se empezó a construir en 1778 por el virrey Bernardo de
Gálvez y Madrid con el propósito de que fuera si casa de campo, sin embargo se
le acusó de intento de traición a la corona española por lo que nunca vio
terminado su proyecto. Construcción que duró un total de diez años; pero nadie
quería hacerse cargo del mismo. Hasta que el gobierno de la ciudad lo adquirió
en 1803, aunque entonces no se le dio un uso específico y fue abandonado
durante la Independencia de México.
En 1833 se ordenó que se
utilizaran las instalaciones para albergar al Colegio Militar y tan se
convirtió en un punto clave que en la guerra con Estados Unidos, este sufrió
daños a causa de los bombardeos.
Este es el único castillo
construido para la nobleza en nuestro continente. Pero hay que saber que aquí
mismo estaba construido el lugar donde vivía Moctezuma, por lo que su
simbolismo es mayor. Es como el equivalente a lo que sucedió en el Centro
Histórico, pero aquí fue con la parte correspondiente al Estado, a los
gobernadores.
Desde 1944 está abierto al
público y aún conserva su encanto distintivo de castillo. Su construcción dio
inicio con un pensamiento barroco, con algunos toques muy cargados, pero otras
partes contrastan pues la idea primaria se unió con el estilo neoclásico en que
se culminó la obra.
Su principal atractivo es
la vista que ofrece de la ciudad. Como si la luz que reflejan los edificios
sobre Paseo de la Reforma fuese con la intención de realzar el castillo.
